Alrededor del 15 % de las parejas acaban siendo estudiadas por problemas de fertilidad en España. El estudio debe incluir a ambos miembros, ya que en el 30% de los casos el origen está en la mujer, en otro 30%, en el hombre y un 20% la causa es mixta. En el 20% restante de los casos de infertilidad, el origen es desconocido.
¿Cuándo hacerlos?
Habitualmente planteamos estudiar a la pareja que no ha conseguido embarazo tras un año de relaciones sexuales regulares sin usar métodos anticonceptivos. Pero hay algunas circunstancias en las que está justificado iniciar antes dicho estudio, por ejemplo, si la mujer tiene más de 35 años, tiene endometriosis, cirugías ováricas o enfermedad genética de alguno de los padres que pueda ser transmitida a sus hijos.
¿En qué consisten?
Para empezar, el especialista entrevista a ambos miembros de la pareja recabando toda la información que pueda ser importante para orientar el diagnóstico: antecedentes médicos, familiares, laborales, hábitos tóxicos, etc. Continúa con una exploración física y una ecografía transvaginal para descartar la presencia de patología orgánica (miomas, pólipos endometriales, quistes ováricos…) o funcional.
Las pruebas básicas que se solicitan van encaminadas al estudio de tres áreas fundamentales:
- Confirmación de la OVULACIÓN y valoración de la RESERVA OVÁRICA. Para ello, el médico puede solicitar una analítica de sangre para medir determinados valores hormonales y una ecografía transvaginal para realizar un recuento de folículos antrales.
- Confirmación de la PERMEABILIDAD TUBÁRICA mediante una histerosalpingografía, que es una prueba radiológica en la que se introduce un contraste radioopaco a través del cuello uterino y con la que podemos, entre otras cosas, valorar si las trompas están o no obstruidas.
- Estudio del SEMEN mediante la realización de un seminograma.
El médico puede añadir algunas pruebas al estudio en función de los hallazgos, pero ya dependerá de cada caso en particular.
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