Cuando una pareja quiere tener un hijo pero el tiempo va pasando y ven cómo el anhelado embarazo no llega, es normal que se enfrente a un duro proceso emocional que, muchas veces, queda silenciado por el temor a la falta de comprensión de su entorno. Es entonces cuando el estrés y la ansiedad se convierten en los peores aliados.
Aunque pueda parecerlo, quedarse embarazada de manera natural, no siempre es fácil. Según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), a los 3 meses, las posibilidades de conseguir el embarazo son del 57%; a los 6 meses, del 72%; y al año del 85%. Del 15% restante, un 8% lo logrará a lo largo del segundo.
No obstante, conforme la edad aumenta, las posibilidades se reducen y más tiempo será necesario. Todo ello, sin tener en cuenta que existen muchas variables que pueden influir en el proceso, como los aspectos físicos, médicos y los hábitos de vida.
¿Cómo afectan la ansiedad y el estrés a la fertilidad?
Durante el proceso de búsqueda de un embarazo podemos sumergirnos en una vorágine de sentimientos. Sorpresa, desconcierto, enfado, preocupación, rabia, tristeza, culpa, ansiedad… Pero además, la carga de tener que observar nuestro cuerpo en busca de señales de fertilidad a las que nunca habíamos prestado atención puede hacer que la angustia y el sentimiento de culpa aumenten todavía más.
Un círculo vicioso de negatividad emocional que puede afectar considerablemente a las posibilidades de concebir. Según un estudio realizado por la Universidad de Oxford en el año 2010, cuando una persona se estresa, produce cortisol y adrenalina, lo que reduce la fertilidad en un 12%.
Además, diversos estudios han demostrado que el estrés, la ansiedad, el nerviosismo y la impaciencia influyen a nivel físico en el funcionamiento del hipotálamo, que es la glándula que se ocupa de regular los ciclos menstruales. En momentos de mucho estrés o ansiedad, el hipotálamo deja de producir la secreción pituitaria de hormonas, lo que hace que la estimulación ovárica sea insuficiente. Por este motivo, en este tipo de situaciones, la ovulación puede atrasarse, adelantarse o incluso anularse.
¿Qué hacer si el embarazo no llega?
Durante la búsqueda de un embarazo, muchas veces podemos encontrarnos con diagnósticos inesperados y es en ese momento cuando aparecen la angustia, un mar de dudas y un sinfín de fantasmas que pueden hacer que la pareja se estanque. Un buen diagnóstico médico puede ayudar a aligerar la carga y contar con acompañamiento médico y psicológico puede ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva.
Los problemas de fertilidad son más habituales de lo que pensamos, por lo que es fundamental dejarse acompañar por profesionales que pueden ayudarnos a detectar la causa y ofrecernos el tratamiento adecuado. A nivel emocional, es muy importante expresar lo que se piensa y se siente, sobre todo cuando se toma la decisión de iniciar un tratamiento y la pareja tiene que seguir con su vida, sin dejar que el proceso se adueñe de sus vidas por completo.
Como hemos visto, las emociones pueden alterar el funcionamiento del circuito que se ocupa de la actividad reproductiva. De hecho, entre el 25% y el 65% de los pacientes que acuden a las clínicas de reproducción asistida presentan síntomas clínicamente significativos en ansiedad, lo que corrobora la estrecha relación que hay entre la fertilidad y las emociones.
Además, hay que tener en cuenta que los hombres y las mujeres no asumen los problemas de infertilidad de la misma manera y tampoco lo expresan del mismo modo. Mientras que las mujeres necesitan hablar constantemente de ello, los hombres suelen ser más callados y prefieren evitar el tema.
Esto puede generar problemas de comunicación, crisis emocionales o, incluso, desencuentros sexuales, provocando muchas veces un estado de aislamiento. Llegando en algunos casos incluso a la separación. No obstante, también puede suceder todo lo contrario y que esta experiencia sirva para aumentar el sentimiento de apoyo mutuo y la complicidad, lo que incluso puede llegar a fortalecer a la relación.
Es normal sentir frustración, tristeza o angustia, la clave está en aprender a controlar estos sentimientos y en encontrar mecanismos para superarlos y seguir la búsqueda de una manera más tranquila.